Se trata de aceptar, rendirse y fluir

Hace poco lanzamos un nuevo programa en alianza con @NatyMerizalde llamado Coaching de Amor Propio. Me gustaría contarte por qué deberíamos dedicarle tiempo a reflexionar sobre este tema, y cuáles han sido esas pruebas de amor propio que en los últimos 5 años he tenido que afrontar.

 

En el 2014 me sometí a una cirugía muy larga e invasiva, donde me retiraron un tumor de 10cm que tenía en mi pelvis. Esta intervención dejó varias secuelas en mi cuerpo, mente, emociones y alma.

 

En primer lugar, fue una intervención de 8 horas, con una recuperación muy larga, más de 20 días de hospitalización, en cama, boca arriba, totalmente inmovil. No podía voltearme, no podía pararme, dependía para absolutamente todo del cuidado de otros, estaba totalmente vulnerable. En la misma cama donde dormía, también comía, me aseaban y hacía mis necesidades, era algo muy incómodo para el ego.

 

Además, mi cuerpo cambio, estaba hinchada, adolorida, débil, sin fuerza en los músculos, no podía usar ropa interior, y como estaba sola (la cirugía fue en Alemania y mi familia vivía en Colombia) debía dejar mi pudor a un lado para que la enfermera de turno me limpiara y me ayudara. Fue una lección muy grande de humildad, de encuentro con lo verdaderamente importante, mi esencia, mi independencia.

 

Después de esa primera fase, salí del hospital y a las 5 días tuve que regresar por una fiebre, me encontraron una infección que me llevó a 5 nuevas operaciones y muchos más meses de recuperación. Por 1 año entero estuve con movilidad limitada. Tuve que aprender a caminar desde cero, pasando desde silla de ruedas, muletas, bastón, hasta que por fin, luego de 3 años, mucha fisioterapia, y una prótesis de cadera, pude volver a caminar.

 

 

Durante esos 3 años, tuve un trabajo interno muy fuerte de crecimiento personal.

 

Al principio me costaba mucho aceptar las miradas, críticas y preguntas de los demás, que al verme movilizar en silla de ruedas impulsada por alguno de mis padres o amigos, y luego con muletas y bastón me decían con cierto tono lastimero “¿Ay, qué le pasó? ¿por qué tan joven con muletas?. Me daba tanta rabia que me preguntaran eso. Pensaba para mi, “¿Qué les importa? ¿Por qué las personas tiene que interesarse tanto por la vida de los demás? y me desgastaba explicándoles, para evadir sus preguntas un día comencé a responder -“Es una historia muy larga”-.

Otra cosa que me molestaba muchísimo era ir a mis clases de hidroterapia y que otros asistentes a la piscina, se quedaran observando atentamente mi cicatriz con esa curiosidad inmensa de saber qué me había pasado, por qué me habrían hecho una cirugía tan grande a mi tan joven, y hasta sintiendo “pesar” por mi, por que me habían dañado mi cuerpo. Me daba rabia por usar bastón, me consideraban discapacitada, menos fuerte y capaz.

 

 

Por muchos años sentí rechazo a mi cicatríz, sentía que era fea, me costaba ponerme vestido de baño de dos piezas, me costaba mucho aceptar las miradas y preguntas de las personas, incluso me costó volver a tener sexo con alguien, por miedo al rechazo cuando viera mi cuerpo marcado.

 

Hasta que un día me di cuenta que la persona que más se criticaba era yo, que la persona que más se miraba y juzgaba era yo. Que realmente mi rabia no venía de la pregunta o mirada de los otros, sino de la no aceptación de mi dolor, de lo que me había pasado y de la transformación a la que estaba siendo llamada.

 

Y una vez que honré mi pasado y acepté mi cuerpo tal y como era, pude empezar a sanar. Entendí que esa cicatriz era la medalla de mi logro, al vencer el cáncer, pero además, agradecí que tenía mis dos piernas, que no habían tenido que amputarlas, que toda mi recuperación estaba fluyendo bien.

Por muchos años sentí rechazo a mi cicatríz, sentía que era fea, me costaba ponerme vestido de baño de dos piezas, me costaba mucho aceptar las miradas y preguntas de las personas, incluso me costó volver a tener sexo con alguien, por miedo al rechazo cuando viera mi cuerpo marcado.

 

Hasta que un día me di cuenta que la persona que más se criticaba era yo, que la persona que más se miraba y juzgaba era yo. Que realmente mi rabia no venía de la pregunta o mirada de los otros, sino de la no aceptación de mi dolor, de lo que me había pasado y de la transformación a la que estaba siendo llamada.

 

Y una vez que honré mi pasado y acepté mi cuerpo tal y como era, pude empezar a sanar. Entendí que esa cicatriz era la medalla de mi logro, al vencer el cáncer, pero además, agradecí que tenía mis dos piernas, que no habían tenido que amputarlas, que toda mi recuperación estaba fluyendo bien.

 

Entendí que los otros siempre van a opinar, observar, criticar, juzgar, pero que solo yo puedo decidir que eso me afecte o no. Y decidí que nunca más iba a hacer o dejar de hacer algo por el qué dirán. Decidí que iba a vivir una vida abundante, saludable, feliz, que solo me iba a rodear de personas buenas, que me valoraran, que me enseñaran, que me ayudaran a ser mejor. Y desde entonces, así es como determino vivir cada día.

 

 

Nosotros podemos elegir día a día como queremos vernos, sentirnos, actuar, nosotros podemos elegir día a día si seguimos siendo la víctima o creamos una nueva realidad.

Por su puesto, no es algo fácil, y generalmente cuesta lágrimas. Pero cuando tomamos la decisión de cambiar, encontramos muchos maestros que nos apoyan en el camino.

 

Uno de los mayores maestros para mi aceptación personal, para aprender a amarme tal y como era, fue Naty, ella fue la primera persona que me dijo que mis cicatrices eran hermosas, nunca me vio con lástima, siempre estuvo segura que iba a volver a caminar y que todo iba a estar bien. Hoy le agradezco infinitamente por ayudarme a volver a confiar en mi y amarme sin condiciones. Es para mi un honor, hoy ser su compañera y socia y a su lado poder apoyar a tantas personas a que también confíen en ellas, potencien sus talentos, se amen y acepten tal y como son.

Si sientes que podemos apoyarte en tu transformación inscríbete al programa online de Coaching de Amor Propio. Comenzamos el 4 de junio

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